Rechinar de hierros... por los raíles elevados
de la fábrica iban y venían grandes rollos de acero, ruidos estridentes,
agudos, fuertes golpes acompasados masacraban mi cerebro, ocho horas de terror;
mis compañeros se negaban a levantar la vista, las palabras silencio,
metalúrgica prisión.
Recuerdo que en la entrevista todo fueron
buenas caras, sonrisas; el puesto de trabajo a ocupar... peón, (siendo
alquimista), pero los emolumentos no eran malos con relación al resto.
Empecé a temblar cuando al llegar a dicha
empresa nos recibió un "bien vestido", nos apartó en una sala y
después de darnos la bienvenida nos dijo, "Aquí no se habla ni de política
ni de sindicatos, si queréis hablar de algo?, hablar de putas y de fútbol,
sino?... la puerta es muy ancha".
Ya en la línea de producción, miles de vigas
de acero troqueladas seguían un mismo rumbo, semejante a la procesionaria
desplazándose por las ramas de un pino, llegaban sin cesar, una tras otra, la
guillotina asestaba un fuerte golpe dejando un fino corte, casi mortal; al
final de cada pieza mi compañero agarraba la pesada carga invitándome a hacer
lo mismo con la parte que me tocaba, he de decir que estas rondaban los ciento
veinte kilos,
Un momento de descuido, una viga tambaleante,
intento asirla y en un instante, como bisturí de cirujano, deja una fina línea
roja en mi muslo derecho, un sabor dulzón en la boca, un torrente de sangre
roja empieza su veloz desfile por mis ropas, me desmayo.
Entre la ruidosa cadena nadie se da cuenta, la
máquina traicionera sigue escupiendo acero, las vigas se acumulan en el suelo
hasta que mi compañero da la voz de alarma y para la cadena de un golpe certero
al botón de emergencia.
Después de unos días de tratamientos, de
relajo absoluto, de paz y sosiego?, vuelvo al trabajo; mi puesto de trabajo
está ocupado por otro compañero; el encargado me asigna una nueva función,
soldadura con Argón... miedo.
La máquina en cuestión tenía más taras que las
prendas de vestir que venden en los mercadillos de ocasión, las defensas oculares
obsoletas, las cortinillas separadoras de la potente chispa eléctrica? como mi
boca, desdentadas, vuelven las malditas ocho horas diarias de terror.
Pasan los días y las quejas dirigidas al
encargado de turno acaban en la papelera, dos compañeros en cada máquina, uno a
la derecha y otro a la izquierda; un nuevo turno comienza y me coloco en mi
costado, las piezas pasan raudas por nuestras manos, los chispazos atacando
como fieras, ni me di cuenta del amigo que tenía a mi lado; una pieza se encasquilla
y me dirijo a él para ayudar en el desaguisado, lo miro a la cara, siempre veía
el mismo lado, el corazón me dá un vuelco ¡¡¡¡, toda su parte derecha era la
viva cara del "hombre elefante", le pregunto y me responde, "Ojo
con el Argón que es muy traicionero", asustado vuelvo a mi lado hasta
acabar la jornada.
Cambiándome en los vestuarios, me lavo la
cara, las manos, miro hacia el espejo y me vuelvo a desmayar, la visión que
reflejaba era una copia exacta de la del compañero de máquina.
Sin pensar salí por la puerta sin mirar atrás...
Experiencias propias
unos de una forma y otros de otra, a todos (ó casi a todos hombre y mujeres) nos ha tocado el malvivir a cambio de unas perras monedas dando a cambio nuestras vidas para que unos cuantos no sepan lo que es ganar el pan con el sudor propio
ResponderEliminarun abrazo buen amigo