sábado, 8 de agosto de 2009

MAQUIAVELO

Venganza

Los años curtieron el cuerpo de aquel hombre, la vida no le rindió honores ni le ablandó el duro camino que tuvo que recorrer, sus mejores días fueron cuando buscaba refugio en cualquiera de aquellos brazos que nunca fueron suyos, insensibles almas demoníacas le dieron la espalda, pasaban por su lado con desprecio, casi negando su existencia... pero llegó el día de su venganza.

Dicen que se debe servir fría, él la sirvió helada; la diosa Fortuna le regaló unos días de esperanza, él, dejando de lado la oportunidad que le brindaban urdió una complicada estrategia y comenzó su chanza.

Nada era igual que el día anterior, su porte, su elegancia, sus vestidos, su bolsa; en cuestión de unos segundos aquel no era él, era la antesala del cadalso; la cuerda colgaba de una viga, tambaleante, le rodeaba la mayor exquisitez, los manjares más sublimes, miles de claveles reventones adornaban los cuatro puntos cardinales de aquella habitación, en el centro un pequeño taburete trazaba el final de aquella perpendicular, un hueco quedaba sin rellenar y él presente.

Sobre la cómoda quedaba un sobre con una corta frase escrita “Disfrutad mi ausencia”, ni dos minutos tardó en redactar su contenido.

Sonriente sube al taburete, coloca suavemente la soga en su garganta, respira hondo y...
el silencio inundó aquella pequeña estancia, solo un cuerpo balanceándose, unas flores y una carta.

Nadie se percató de su falta hasta que el hedor sobrepasó los límites de aquella habitación; la noticia se extendió por aquel pequeño barrio como la pólvora, las gentes no daban crédito a sus oídos al escuchar el fatídico desenlace... “ Si era rico¡¡¡”, “ Si tenia la vida solucionada ¡¡¡”, “ Los que nacen pobres... ”, y un sinfín de comentarios que no llegaban a nada.

El juez forense abre el sobre, en su interior encuentra un ciento de pequeños sobrecitos con un nombre escrito en cada uno de ellos y una pequeña nota que dice, “Sr. Juez, quisiera repartiese estos sobres en mi ausencia”.

Reunidos todos los mencionados en una gran sala del juzgado, el letrado entrega a cada uno de ellos el legado del difunto; he de decir que aquellos fueron los causantes de la desdicha del muerto; el juez dio por finalizadas las pesquisas, se cerró el caso.

Uno de los receptores de aquellas minúsculas cartas me enseñó su contenido, un pagaré mal redactado dando orden de pago de toda su fortuna... y más abajo una pequeña cláusula... decía:


“Para el que quede vivo”

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