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sábado, 8 de agosto de 2009

UN CUENTO

Me lo contaron y aquí lo escribo, la moraleja... de cada cual.

EL CIRCULO DEL 99
Érase un hacendado señor, cientos de sirvientes, a cual de ellos mejor, pero uno en concreto le llamaba la atención; alegre, sonriente, siempre dispuesto a complacer a su señor, sin ningún impedimento, ni tan solo un mal gesto, alegrando los días, realizando sus tareas con tesón.

El hacendado en cuestión, reconcomiéndole la curiosidad llamó a un consejero y preguntó..."Raro que siempre este alegre no?", "Hagamos una prueba, intentar introducirlo en el círculo del 99"; el consejero pregó al señor que no siguiese con su idea, no lo logró.

Tres días más tarde el consejero, disimuladamente, dejó una bolsa en la puerta del feliz sirviente, esta contenía 99 monedas de oro, se marchó; como cada día de su vida el sirviente salió de su morada para entregar su complacencia al señor, se topó con esa bolsa, la recogió apresuradamente y se volvió hacia su humilde morada; ante sus ojos atónitos aparecieron noventa y nueve monedas de oro caídas del cielo, su vida solucionada, "SOY RICO ¡¡¡¡"... extasiado por tal hallazgo comenzó a contarlas, montoncitos de monedas sobre una raída mesa de pino, ... diez... veinte... ochenta... noventa... y nueve ¡¡¡."NO PUEDE SER ¡¡¡", "DEBERIAN SER CIEN ¡¡¡"Nervioso, malhumorado, buscando entre los pliegues de la bolsa, en el suelo, en el portal, "FALTA UNA ¡¡¡" ..."LA HE PERDIDO ¡¡¡", "ME LA HAN ROBADO ¡¡¡".

Desesperado andaba buscando la moneda que le faltaba... mientras el señor ¡¡¡¡ se reía a carcajadas, pues al ver la desesperación de su sirviente, al notar que su vida era desgraciada, al no tener aquella alegría desmedida de un ser sin ambición?... despidió al personaje, dejándolo con su desgracia, nunca llegaría a tener aquella moneda que le faltaba.

Lo sometió al "Circulo del 99"... felicitándose por su hazaña.

MAQUIAVELO

Venganza

Los años curtieron el cuerpo de aquel hombre, la vida no le rindió honores ni le ablandó el duro camino que tuvo que recorrer, sus mejores días fueron cuando buscaba refugio en cualquiera de aquellos brazos que nunca fueron suyos, insensibles almas demoníacas le dieron la espalda, pasaban por su lado con desprecio, casi negando su existencia... pero llegó el día de su venganza.

Dicen que se debe servir fría, él la sirvió helada; la diosa Fortuna le regaló unos días de esperanza, él, dejando de lado la oportunidad que le brindaban urdió una complicada estrategia y comenzó su chanza.

Nada era igual que el día anterior, su porte, su elegancia, sus vestidos, su bolsa; en cuestión de unos segundos aquel no era él, era la antesala del cadalso; la cuerda colgaba de una viga, tambaleante, le rodeaba la mayor exquisitez, los manjares más sublimes, miles de claveles reventones adornaban los cuatro puntos cardinales de aquella habitación, en el centro un pequeño taburete trazaba el final de aquella perpendicular, un hueco quedaba sin rellenar y él presente.

Sobre la cómoda quedaba un sobre con una corta frase escrita “Disfrutad mi ausencia”, ni dos minutos tardó en redactar su contenido.

Sonriente sube al taburete, coloca suavemente la soga en su garganta, respira hondo y...
el silencio inundó aquella pequeña estancia, solo un cuerpo balanceándose, unas flores y una carta.

Nadie se percató de su falta hasta que el hedor sobrepasó los límites de aquella habitación; la noticia se extendió por aquel pequeño barrio como la pólvora, las gentes no daban crédito a sus oídos al escuchar el fatídico desenlace... “ Si era rico¡¡¡”, “ Si tenia la vida solucionada ¡¡¡”, “ Los que nacen pobres... ”, y un sinfín de comentarios que no llegaban a nada.

El juez forense abre el sobre, en su interior encuentra un ciento de pequeños sobrecitos con un nombre escrito en cada uno de ellos y una pequeña nota que dice, “Sr. Juez, quisiera repartiese estos sobres en mi ausencia”.

Reunidos todos los mencionados en una gran sala del juzgado, el letrado entrega a cada uno de ellos el legado del difunto; he de decir que aquellos fueron los causantes de la desdicha del muerto; el juez dio por finalizadas las pesquisas, se cerró el caso.

Uno de los receptores de aquellas minúsculas cartas me enseñó su contenido, un pagaré mal redactado dando orden de pago de toda su fortuna... y más abajo una pequeña cláusula... decía:


“Para el que quede vivo”