jueves, 22 de noviembre de 2012

A mi abuela





En la trastienda un niño, diez años recién cumplidos, arduos trabajos encomendados a un aprendiz de hombre, mi primer trabajo.

Las cuatro de la madrugada tocaban en el reloj de la sala, obligación impuesta, despertaba.

En la cocina un café con leche humeante, caliente, preparado por las ajadas manos de una dama, mi abuela del alma, tras el desayuno despedidas...
"Ten cuidado, no te pares, luego te llevo algo caliente".

Este trabajador prematuro, por necesidad familiar, sale despenolado cruzando descampados, ansioso por comenzar su trabajo, un horno de pan del lugar.

He de comentar que la época era invierno, las calles repletas de pura nieve, medio metro, las pisadas de los que empezaron antes que yo marcaban el camino, la luz de una luna llena alumbraba mis pasos, no dejaba que la oscuridad de la madrugada ignorase mi esfuerzo, iluminando con sus rayos mi destino.

Impaciente, pues mi puesto estaba al lado del mismo horno, sacos de harina, masas, colocación de barras en estanterías, cortes en las manos por las rebabas,... pero calentito, una gozada.

Allá a las doce mi abuela, puntualmente, con su bolsa de paño, en su interior un racimo de uvas cristalino conteniendo un calentito café con leche, lo prometido, nunca faltó a su cita, agradecido la mato a besos, sonriente, feliz de tenerla siempre a mi lado, y vuelta al trabajo.

Las dos de la tarde, terminó el laborioso trabajo de reponer, de limpiar la inmensa maquinaria, de, a hurtadillas, cocer unos panecillos con los sobrantes de masa que dejaron los oficiales, uno para mí, los demás para ella...

así día a día por treinta y dos pesetas (20c.de €), de jornal a la semana.

Los únicos recuerdos que me llenan de alegría de aquella época de 1962...
YO? volvería.

No hay comentarios:

Publicar un comentario